martes, 13 de diciembre de 2005

De nuevo las 5.30 de la mañana. De nuevo el calor asfixiante, la sequedad de la boca, el desasosiego del sueño. De nuevo el intento de dormir un rato más, infructuoso. De nuevo me levanto y me dirijo al ordenador. Cargo el correo de mis diversas direcciones, mientras reviso la primera clase de esta mañana y decido hasta dónde llego hoy. El cuerpo me pide darles una clase profunda, larga, sistemática y técnica. Pero ellos no deben pagar las consecuencias de mis últimas horas del día de ayer. A pesar de la cena agradable, como siempre, sabrosa, llena de sensaciones nuevas que nos ofrece sorprendemente ese restaurante cantonés que tanto me gusta, el recuerdo de la conversación tajante e injustamente cortada, sus mensajes posteriores llenos de juicios precipitados de valor y la última llamada telefónica me habían tenido sumergida en un sueño denso, inquieto, desasosegado.
Y ello a pesar de que el último contacto me había permitido poner las cosas en su sitio, acusarle de prejuzgar, de emitir opiniones sobre mi persona sin conocerme lo suficiente, acusarme de defectos de los que me orgullezco de no tener. Él escuchaba mis reproches, serios, tajantes, duros, en silencio, en la distancia y, de nuevo, por segunda vez en veinticuatro horas, me pedía disculpas. No sé qué tipo de relación, de la clase que sea, puede iniciarse de este modo, a base de disculpas sucesivas. Tal vez sea que la edad me va moderando y que la regla de contar hasta diez antes de explotar da resultados. Tal vez piense que merece más la pena sentar las bases de algo, lo que sea, ahora que quedarme con los reproches en la boca y llevarlos guardados en el pecho, oprimiendo. En realidad, me sentí muy bien ayer cuando le pedía que no se atreviese a juzgarme sin pruebas y eso haga que le de otra oportunidad. Lo malo es que con cada disculpa suya, mi frescura y mis ganas de arriesgar van disminuyendo y en este momento, tal vez me apetecía ser más loca, menos racional, más espontánea, más niña. Pero es evidente que este hombre se va a encontrar con toda una mujer. Y lo mismo, eso no es malo del todo.

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