jueves, 12 de enero de 2006

Que conste que no tengo dudas de que es una salvajada, que nadie tiene derecho a hacer lo que se ha hecho, que se merecen que la ley y la justicia (no siempre son lo mismo, aunque en este caso no creo que haya dudas) caiga sobre ellos con todo su peso, pero hay cosas que, igualmente, son intolerables.
Me refiero a ese caso en que una familia se ha liado a tiros con el pobre señor que, además del susto de creer que había atropellado a la chiquilla, perdió la vida el otro día en Sevilla.
Me refiero al modo de dar la noticia. Por supuesto, los familiares de la niña eran de etnia gitana. Por supuesto. Lo que no justifico es que se tenga que hacer esa mención en la noticia, lo que mismo que no se dice que el guardia jurado que se lió a escopetazos con sus compañeros de trabajo en Madrid, en la calle Montalbán, era de etnia paya, castellana, gachó o como queramos adjetivarlo.
Tengo amigos de etnia gitana, muy buenos amigos. Son gente normal, plenamente integrada, con sus costumbres, con sus ritos, con sus cosas buenas y malas, como todos los que no lo somos. Cada vez que veo una noticia así, me acuerdo de ellos, de Miguel, de Juan, de Salvador, de Rafa, de Antonio, de Cristobal, de Joaquín (Cortés, famoso baliarín, encantador, simpático, caballero y, sí, gitano y amigo). Y me da rabia y me parece injusto que unos pocos los califiquen a todos.

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