jueves, 26 de enero de 2006

Yo que soy tan amiga del detalle, de la pincelada corta, meticulosa, de dar luz a la historia, de marcar la perspectiva y el movimiento, me descubrí ayer contando mi historia del último mes y medio (¿mes y medio, ya?, ¿sólo mes y medio?)a brochazos, gordos, llenos de pintura, feos, infantiles. En diez minutos escasos el escenario estaba dispuesto. Mi historia de mes y medio (¿mes y medio, sólo... ya?)quedó reducida a diez minutos. Y fue al mirarla de lejos cuando me di cuenta del esperpento, de lo ridículo que es el dibujo. Y me encontré embadurnada de pintura y con una brocha goteando en la mano, en vez de con la fina paleta y el juego de pinceles de pelos de crin de unicornio.

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