domingo, 12 de marzo de 2006

Serrat en la Complu. En ese paraninfo, precioso, que no me canso de mirar cada vez que estoy en él. Estoy invitada, por razón del cargo-carga y me cuesta imaginar a Serrat en semejante recinto. A él me lo imagino frente al mar, tomando una copa de vino, charlando de mil cosas. El miércoles le veré de traje académico, muceta azul celeste, birrete del mismo color, guantes blancos y solemnidad. Y no me cuadra. Este hombre, que me hizo llorar hace unos meses, cuando le vi por primera vez en directo, que tiene esa manera de decir las cosas, se merece otro ambiente, por más que ese paraninfo sea precioso. Mar y vino.
También en ese paraninfo vi a Sabina la última vez. Vestido de cuero, flaco, pelo revuelto, ojos hinchados y esa cara de enfermo que le acompaña. Un pitillo de plástico en la boca y la compañía de esa jovencita, larguilucha y desgreñada, con un cuerpo de infarto, claro. Tampoco él pegaba allí. Su lugar siempre fue ese bareto, lleno de humo, mientras bailábamos y charlábamos de su vida y de política, de madrugada. Me mostró orgulloso su foto con el comandante. Y yo, con esa tendencia inmoderada que tengo de burlarme de las iconos de los demás, le pregunté por el mulato hermoso que le guardaba la espalda. Sabina tampoco pega en el paraninfo. Bares y humo.

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