martes, 16 de mayo de 2006

Después de varios días oyendo y leyendo noticias sobre la llegada a nuestro país de subsaharianos a bordo de esos barquichuelos, que dan más miedo que vergüenza, ayer oí la entrevista que le hacían a Carlos Iglesias, director de la película "Un Franco, 14 pesetas".
Decía el actor-director algunas cosas interesantes. En primer lugar, mostró su extrañeza por el hecho de que el cine español haya tocado tan poco el fenómeno de la emigración española a Europa en los años 50 y 60. Quitando las españoladas de Alfredo Landa, Sacristán y Gracita Morales, con esa imagen patética de abrigos y bunfandas, con la maleta atada con una cuerda, el cine español, tan propenso a hacer memoria, no había tratado este tema con seriedad. El actor-director pensaba que esa emigración no tuvo causas políticas sino económicas y que por eso no había sido escenificada. Se le olvidó a Carlos Iglesias que muchos de los que se fueron tenían problemas económicos por causas políticas, pero en fin.... Pero lo que de verdad me sorprendió de la entrevista fue su machacona insistencia en que los emigrantes españoles de aquella época llegaron a los países de destino PERCIBIENDO EL MISMO SUELDO QUE LOS NACIONALES.
Eso sí que es un matiz reseñable. En un país como el nuestro, donde se discrimina por razón de sexo (una mujer cobra menos que un hombre por el mismo trabajo, según dicen las encuestas), de orientación religiosa (vid. los comentarios recibidos por mi amigo Bob), de orientación sexual, hacerlo por razón de nacionalidad y raza se ha convertido en algo tan normal... Algo debe tener el mundo al que pertenecemos que nos hace olvidar el que vivimos no hace tanto. Y lo peor es que acabamos acostumbrándonos y nos llama la atención que alguién alguna vez nos llame la atención.
Mientras tanto aquí estoy yo. Encargada, en exclusiva y en solitario, de la defensa del cumplimiento de los derechos y libertades de los miembros de la comunidad universitaria, sintiendo como los vellos se me ponen como escarpias ante esa responsabilidad. No sé si se debe tener una madera especial para estar aquí, pero aquí estoy.

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