martes, 16 de mayo de 2006

Un motor de ocho cilindros, un V8, de aluminio, fibra de carbono y no sé qué más técnicas superdesarrolladas, sólo es utilizable en dos carreras, si no se rompe, quema o trastoca en una. Cada corredor necesita, por término medio, siete u ocho juegos de neumáticos, teniendo en cuenta que sean duros, semiduros, blandos, gastados, de seco, de lluvia, nuevos, seminuevos. Cada monoplaza se carga con 100 litros de carburante especial; el coche así cargado -son 120 kilos, porque cada litro de combustible pesa 1,2- se dedica entonces a dar vueltas y más vueltas con la finalidad de llegar a los últimos minutos del tiempo previsto para la vuelta de calsificación con el mínimo combustible posible, para que, así, pese menos el coche y se consigan arañar esas décimas de segundo que marcan la diferencia entre la pole y la segunda, tercera o posterior linea de la parrilla de salida.
Qué os puedo contar del monoplaza!!!!! Técnica depurada, fibra de carbono, seis cinturones de seguridad, asiento moldeado al cuerpo del piloto, todas las medidas de seguridad para el cuello, los pies, las manos....
Dinero, dinero, dinero..... Es cierto que es un espectáculo -demasiado largo para mi gusto- ver dar vueltas a bólidos que van a una media de 250 por hora, mientras calculan cuándo repostar, cuando cambiar una rueda y ponerse delante, porque adelantar, lo que se dice adelantar a esas velocidades resulta temerario.
Pero, merece la pena que se gaste tanto dinero, dinero, dinero, dinero...?
Para los que están dentro y viven de ello, claro que sí. Incluso conozco yo a algunos que con lo que ganan hacen obras de caridad. Pero me empieza a parecer escandoloso y terriblemente vergonzoso saber, conocer, cuánto dinero, dinero, dinero se mueve en esto que llaman deporte.
Y no temáis, no hablo de otros porque no los conozco, que sé que también.

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