viernes, 9 de junio de 2006

Cubre con ambas manos el pequeño teléfono móvil como si calentando el celular, único medio que les une, pudiera transmitirle su calor, su apoyo, su ayuda. Acaba de colgar la escueta llamada -siempre le parecen cortas sus conversaciones- en la que él, por fin, ha confesado su dolencia. No ha hecho más que confirmar lo que ella ya sabía, aquello que no quería plantearse siquiera porque produce miedo, pavor, terror. No deja de reconocer su gesto, pero la escasa información abre dudas, plantea preguntas y genera miedo. Y como no puede tocarle, acaricia el pequeño celular entre sus manos, le da calor, lo mima, los cuida, esperando que él reciba su cariño, su apoyo, su fuerza...

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