jueves, 1 de junio de 2006

No me siento coqueta, más allá del mínimo indispensable que se presume a alguien correcto. Y sé que debo serlo. Sé que se me pide que aparezca radiante, elegante, juvenil... Porque es cierto que el hábito no hace al monje, pero es verdad que por el hábito se sabe quién es monje y yo debo aparentar lo que soy, al menos por un tiempo.
Me he metido en varias tiendas, incluso me he probado ropa. Un vestido blanco, de algodón bordado, una falda de lino verde pistacho, una camiseta de florecitas rosas... He mirado zapaterías, buscando la sandalia de tacón bajo mona, que estilice la pierna y sea cómoda (¿existe?). Pero no, definitivamente hoy sólo me apetece embutirme en mi vaquero negro y en la camisa informal y en mi zapato plano. Y es que hoy me siento profundamente triste. Tal vez sea por lo de ayer. Después de dos meses, encontrarnos todos, cada uno con su fachada hacia afuera, pero con la procesión por dentro, sentirte tan triste, Greta mía, tan insegura, tan frágil, entenderte y no conseguir con mis palabras levantarte el ánimo.
No, no os voy a mentir. Sé perfectamente qué es lo que me produce esta tristeza de hoy. Pero es tan ilógico e irracional que el sentido común no me permite elevarlo a la categoría de ser el causante de mi estado de ánimo.
Así que me refugiaré en el trabajo, que, por ahora, me absorbe lo suficiente y de manera satisfactoria y consigue que, por un rato, me olvide de lo demás.

No hay comentarios:

free web counter