viernes, 10 de noviembre de 2006

Últimas noticias me desasosiegan. Como diria Obelix, estos romanos -occidentales- se han vuelto locos. Y lo peor es que nos volverán locos a nosostros, a todos. Después del numerito de los líquidos, que impedirán que una suba al avión con su maletita fin de semana, sin tener que esperar a ver cómo se la pierden y se queda sin lo poco que suele llevar para viajes cortos, viene el numerito de la ensaimada. Ahí debo reconocer que, como decía D. Manuel, España es diferente. ¡Pues claro!. ¿A quién se le iba a ocurrir calificar a la ensaimada como arma de destrucción masiva? Ni a la sobrasada. ¿Y un bocadillo de tortilla española con el huevo poco hecho, como a mi me gusta?. ¡¡¡Armas de destrucción masiva!!!! Qué tontería. Otra cosa es el colesterol, los triglicéridos y la glucosa. ¿Guerra química?. Quién sabe.
Tal vez deberíamos preguntarle a la Ministra de Sanidad surafricana, experta entre las expertas. Ya sé, ya sé. El ajo no cura el SIDA, pero pone serios impedimentos al contagio. Porque, a ver, ¿quién ha ligado después de comerse una tapa de patatas al alioli?. No iba tan descaminada la muchacha, no.
Y a propósito de D. Manuel... Estaba yo tumbada en la camilla del Centro de belleza, recibiendo un masaje relajante cuando la masajista me soltó el chisme. "Ahí llega D. Manuel". Sí, sí, en carne mortal, D. Manuel va al mismo Centro de belleza que yo. "Mala publicidad", le dije. Acude a rehabilitación de su rodilla. Pobre. ¿Secuelas del baño en Palomares o excesos de sobrasada? Y volvemos a las armas de destrucción masiva. Si es que el mundo es un pañuelo.

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