martes, 14 de noviembre de 2006

Me despierto y a los pocos segundos se instala ahí, justo bajo el esternón, se retuerce poco a poco y comienza a apretar. Y ya no se mueve en todo el día. Yo lo ignoro, conscientemente a veces. Otras el trabajo, las charlas, hasta las risas hacen que no me de cuenta de que está, que casi me olvide de que está. Entonces se revuelve, se retuerce más, se revuelca por mi estómago y yo vuelvo a ser plenamente consciente de él. Un té a media tarde lo calma algo y luego el cansancio lo adormece, hasta que me despierto y vuelve a instalarse ahí, en el mismo sitio cada día, doloroso, familiar, casi compañero.

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