domingo, 22 de abril de 2007

"La Iglesia católica ha eliminado el limbo, el lugar donde la tradición colocaba a los niños que morían sin recibir el bautismo, al considerar que refleja una "visión excesivamente restrictiva de la salvación" (El País, edición impresa, sección Sociedad, 21-04-2007).

Ya nada se quedará, pues, en la indefinición. Todo lo que nace está destinado a la gloria o al infierno. Ya no es posible sentir esa desazón que siempre quedaba cuando el bebé, no consagrado, moría antes de que ni siquiera se sea consciente de su existencia. Sus primeras horas de oxígeno determinarán su condena o su triunfo y como tal deberá ser recordado por toda la eternidad.

(Aviso a navegantes: hoy mi bitácora es toda ella una metáfora; quien se ajuste en su lectura a una interpretación literal errará)

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