viernes, 13 de junio de 2003


Ayer hablaba con mi amiga M de lo gratificante y terapéutico que resulta escribir para desconocidos. Te descarga de lo pesado que sobrellevas y lo haces público. Pero, a diferencia de lo que significa apabullar a los amigos con tus penas, tienes la tranquilidad de que sólo les molestarás si ellos quieren. Tus cuitas, cargas y gravámenes quedan ahí y ellos pueden compartirlas contigo con un simple click del ratón.... o no.

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