jueves, 13 de noviembre de 2003

Me llamaste ayer, después de muchos meses sin hacerlo. Debo confesar que estuve a punto de no contestar cuando vi tu nombre en la pantalla del móvil. Las últimas veces tu voz había sonado fría, impersonal, y siempre llevaba implícito un reproche, una queja.
Pero esta vez tu llamada se parecía mucho a las de antaño, cuando bromeábamos, cuando nos contábamos cosas y nos enmarañábamos en frases con doble sentido. Te preocupaste por preguntar cómo me lo había pasado el sábado, si había sido feliz. Y yo te dije que sí, porque es la verdad. Y te agradecí tu invitación. Pareció todo tan normal, como si no hubiese pasado nada, como si tú no hubieses vivido ese sábado otro de los espectáculos a los que tu pareja te tiene acostumbrado, esos que parece que tanto te gustan, porque no les pones freno.
Varias veces me pusiste en bandeja la respuesta irónica, incluso sardónica, pero pensé que te haría daño y me callé. Y pensando en por qué lo hice, me dí cuenta que no tiene que ver con mi amor por tí, porque ya no te quiero. Y pensé que, tal vez, en el fondo, te tengo un cariño que no estoy segura de que te merezcas, pero que me resulta imposible retener. Así soy yo, así es Gwendolin, qué le vamos a hacer.
Suerte en tu batalla contra ti mismo.

No hay comentarios:

free web counter