lunes, 1 de marzo de 2004

Tengo en mi mesita de noche varios libros. Y los estoy leyendo -y releyendo- todos a la vez. Una amiga entró este fin de semana y al verlos no pudo dejar de poner de manifiesto algo de lo que yo ya había sido consciente antes: mis amores me hacen más culta. Y como mis amores son, como diría yo, algo exóticos, mi cultura socio-política se amplía generosamente.
Ahora estoy leyendo el libro de Mercedes Gutierrez sobre la guerra-invasión de Irak, un estudio de un judío sobre la política de exterminio de Sharon contra el pueblo palestino, el libro de Alejo Carpentier, que tanto me inquietó y sorprendió hace unos meses, sobre la rebelión de los esclavos haitianos y todos los artículos que he ido recopliando sobre la situación política en Venezuela.
Y luego habrá gente que se queje de tener el amor tan disperso.
Como me decía mi amiga, sólo me falta enamorarme de un habitante del Tibet o de Cachemira. Todo se andará.

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