jueves, 11 de noviembre de 2004

¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que una pueda decir con rotundidad que conoce a una persona?. ¿Cuántos rasgos, caracteres, perfiles puede tener?. ¿Cuántos de estos rasgos son suficientes para calificar a alguien?. ¿Pueden ser contradictorios y, a la vez complementarios?
Hace catorce años que le conozco y trabajo con él. Calificarle es tan difícil. Porque él es inteligente como pocos y, sin embargo, tan ingenuo e inocente como un niño a veces. Es arrogante y fanfarrón y, a la vez,tímido enfermizo. Impenetrable y reservado para lo personal y un chismoso y un cotilla para lo laboral. Un hombre de derecho, un jurista como pocos y un ácrata, todo en uno. Un anarquista de derechas. Esta contradicción aparente le califica y cualifica como pocas.
Dice, con cierta sorna, que en los últimos tiempos me he vuelto más impertinente. Después de que durante los últimos catorce años él haya sido el responsable y artífice de los avatares de mi trabajo y vocación, y, por tanto, de mi vida, creo que eso que él llama impetinencia no es más que confianza. La mía plena en él. La suya en mi... ¿quién lo sabe a ciencia cierta?.

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