sábado, 25 de diciembre de 2004

Por fin las dos citas ineludibles con la familia se saldaron bien. Sobre todo porque yo estuve muy tranquila y no hubo excesivos espectáculos. La situación no tiene marcha atrás. Incluso se han cerrado puertas, quemado barcos y roto puentes. Pero yo estoy lista para afrontarlo. No me importa. Hace unos días, conversaba con C que me comentaba cómo con la edad, con el tiempo, se simplifican los afectos y quedan los imprescindibles. Una deja de hacer cosas por cumplir y su lista de llamadas y de contactos se va viendo reducida sin que cueste echar en el olvido a los demás. Mis afectos, esos a los que no podría renunciar porque perdería la vida, están ahí, firmes como una roca frente a los embites de la tormenta. Yo me siento más segura porque, después de hoy, ya sé quiénes están y quienes no.

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