lunes, 7 de febrero de 2005

Adicciones
Resulta que crea adicción. Sí, esto de escribir es adictivo. Me di cuenta nada más iniciar el viaje. Echaba de menos la pantalla blanca, echaba de menos contar lo que me pasaba en mi viaje. Resistí dos días, guardando en la memoria lo que quería contar, pero el martes no aguanté más y entre en la cartonería de la Piazza Navona, la que está junto a la sede romana del Instituto Cervantes, al lado del Café de Colombia, y compré un cuaderno. Ahí he ido escribiendo ideas, imágenes, emociones, a modo de weblog de papel, y las iré contando aquí.

Viajar acompañada
Me da un poco de miedo viajar con mi madre. Somos tan distintas. O tal vez no y por eso discutimos tanto. Aunque cada vez menos. En fin, que andaba yo con mis prevenciones, pero el viaje empezó con risas y chistes. Y, al final, ha sido divertido, a pesar del cansancio.
Ha sido gracioso verla interpretar el italiano. Cuando vio el cartel que anunciaba que estábamos en una vía pedonale, lo tuvo clarísimo. Ya se sabe que los viajes producen cambios en los ritmos fisiológicos.
Éramos la madre y la hija del grupo de cuarenta y ocho. Nos hemos mezclado con todos, pero en los ratos libres nos hemos manejado solas. Ha sido muy divertido. Llegábamos molidas al hotel, después de que se nos hubiese llenado la retina de cosas bonitas. A veces me hubiera gustado matarla, por sus cosas, pero al final las he comprendido y perdonado. Ha estado bien, pero no lo vuelvo a repetir en un tiempo. Demasiado intenso.

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