viernes, 17 de junio de 2005

Soy una ingenua, definitivamente. Una boba, inocente boba. Pensaba que cuando se hacían las cosas así, al menos, no se decían. Por eso, siempre busco en todo aquello que aparece formal y correcto, pero que produce un efecto pernicioso, la trampa y el cartón. Pero sigo sorprendiéndome cuando ni siquiera se guardan las formas y se formula el principio sin paños calientes, así a lo bruto, claro, clarísimo. Y de manera sosegada, tranquila, como si fuese lo más natural, lo normal. Se me queda la boca abierta y ni siquiera soy capaz de responder. ¿Lo bueno de todo esto? Mi capacidad de sorpresa, porque el día que estas cosas dejen de dejarme noqueada, como ahora me encuentro, dejaré de ser como soy. ¿Lo malo? La tremenda decepción. No es hoy un buen día en mi agenda, no señor.

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