sábado, 5 de noviembre de 2005

Acostumbramos a despreciarlos, nos apartamos cuando están cerca, no soportamos su olor, su presencia sucia. Yo lo hago, lo reconozco, sin pensar de dónde vienen, qué historia ocultan, qué pasó para que acabaran tirados en la calle, cómo eran en su vida convencional, normal. Ayer, camino del trabajo me encontré con un grupo. Uno de ellos bebía a morro de una botella de alcohol que se acabó. Entonces se levantó, se dirigió a una papelera y la tiró allí. Más civismo y educación que muchos de los que nos vanagloriamos de ser ciudadanos de primera, insertados en el sistema. Me dió una lección el mendigo, la de no juzgar a nadie a priori. Voy aprendiendo.

No hay comentarios:

free web counter