miércoles, 7 de diciembre de 2005

Qué extraño es el tiempo, la medida del tiempo, la conciencia del tiempo!. A veces pasan días y días sin que ocurra nada, monótonos, tan iguales unos a otros que apenas notas la diferencia (como esa película de extraño argumento en la que el tiempo entra en un bucle y se repite cada día del mismo modo). Otras veces, sin embargo, las viviencias son tan intensas, te pasan tantas cosas concentradas en milésimas de segundo que, cuando te paras a reflexionar, te das cuenta de que has vivido mil historias, mil sensaciones, distintas, opuestas, contradictorias, en apenas tres semanas, el tiempo que dura un amor, una ilusión, una decepción, un desangaño, una amistad sólida -con lo que eso cuesta-, un rechazo -de mi misma, de alguién a quien conoces, de nuevo de mi misma-, un aprendizaje, una lección, un nuevo amor -a una misma, a tu tiempo y a tu historia, a tu vida y a los tuyos-.
Es todo tan rápido que cuando verbalizas los pensamientos te sientes boba y avergonzada de lo que has hecho, descolocada, despeinada, como cuando consigues salir de la fuerza centrífuga de un ciclón y ves toda la historia desde fuera y no sabes muy bien cómo llegaste, ni cómo has salido de ahí. Sólo es posible sacar la ensñanza, en este caso positiva, de que te conoces un poco más, de que eres más sabia -lo que no excluye el error futuro- y de que te reconocerás mejor cuando te mires al espejo, más sosegada, más entera, más sencilla, más vulnerable, más fuerte. Todo en uno.

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