lunes, 17 de abril de 2006
Cada vez que la veo por el espejo retrovisor, pequeña, enlutada, con su mano alzada diciéndome adiós, no puedo dejar de pensar que, tal vez, esa sea la última vez que la vea viva. Entonces, las lágrimas me recorren las mejillas y debo parar un minuto para limpiarlas, ya lejos de su vista, y poder seguir conduciendo. Ayer volvió a ocurrir, como cada vez en los últimos años. La echaré tanto de menos cuando eso ocurra...
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